Comparan la pedagogía de Giner a la de una escuela socrática, en la que el
profesor influye en sus alumnos no por su autoridad, sino por su conocimiento,
su sabiduría. La relación entre los alumnos y el profesor era íntima, cercana,
familiar, para así poder influir mejor en su conciencia. Era una escuela
eminentemente práctica, en la que cada alumno tenía un cuaderno (y no un libro
académico) con el que trabajaba. Los exámenes memorísticos no existían. Las
excursiones eran frecuentes, a museos de todo tipo, a fábricas, al campo, etc.
Estas excursiones llegaban a durar varios días incluso, y muchos antiguos
alumnos las recordaban con gratitud. Una de las más recordadas era una que
llevó a los alumnos andando desde Madrid a Lisboa.
Machado recuerda a Giner
Sirva de descripción de Giner este fragmento del panegírico que Antonio Machado le dedicó:
Era don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e
incapaz de callar la verdad; pero su espíritu fino, delicado, no podía adoptar
la forma tosca y violenta de la franqueza catalana, derivaba necesariamente
hacia la ironía, una ironía desconcertante y cáustica, con la cual no pretendía
nunca herir o denigrar a su prójimo, sino mejorarle. Como todos los grandes
andaluces, era don Francisco la viva antítesis del andaluz de pandereta, del
andaluz mueble, jactancioso, hiperbolizante y amigo de lo que brilla y de lo
que truena. Carecía de vanidades, pero no de orgullo; convencido de ser,
desdeñaba el aparentar. Era sencillo, austero hasta la santidad, amigo de las
proporciones justas y de las medidas cabales. Era un místico, pero no
contemplativo ni extático, sino laborioso y activo. Tenía el alma fundadora de
Teresa de Ávila y de Iñigo de Loyola; pero él se adueñaba de los espíritus por
la libertad y por el amor. Toda la España viva, joven y fecunda acabó por
agruparse en torno al imán invisible de aquél alma tan fuerte y tan pura.
La
institución libre de enseñanza
En 1875 se restauran en España la monarquía y la
dinastía borbónica, y el Ministerio de Fomento (encargado por entonces de los
asuntos de la enseñanza, entre otros) se ocupa de controlar rígidamente la
enseñanza oficial. A tal efecto ordenó el sometimiento de los programas de
enseñanza a la aprobación de los rectores y prohibió cualquier enseñanza que fuera
contra el dogma o contra el trono. Un grupo importante de profesores, la
mayoría de los cuales era krausista, se indignaron contra tal ataque a la
libertad de ciencia y de enseñanza y manifestaron su protesta. Entre ellos
estaba Giner (para entonces reconocido líder del grupo krausista), que fue
detenido, encarcelado y desterrado. Por no cumplir con aquellas órdenes y por
matizar la obediencia que debían a las autoridades académicas, todos ellos
fueron expulsados de sus cátedras. Así se consumaba la llamada “Segunda
cuestión universitaria”. Este acontecimiento es relevante por ser un testimonio
más de la intachable actitud moral de Giner, así como de las dificultades para
el desarrollo de la ciencia y del pensamiento en España, pero su importancia
verdadera radica en haber precipitado el nacimiento de la Institución Libre de
Enseñanza (ILE), centro de experimentación pedagógica de Giner y motor de su
obra reformadora.
Ante las
trabas y ataques que iban encontrando desde 1857 para renovar la enseñanza de
toda la nación, y singularmente la universidad, que ocupaba un lugar puntero
dada la estrategia por la que se inclinó Sanz del Río desde el primer momento
de formar las élites intelectuales y sociales que luego se ocuparían de
reformar a los demás, los krausistas españoles pensaron varias veces abrir un
centro de enseñanza superior en el que poder modernizar los estudios
universitarios, en contenidos, métodos, organización, etc. La primera vez que
se pudo materializar esa idea fue en 1866, cuando Nicolás Salmerón, que
llegaría a ser catedrático de metafísica de la Universidad de Madrid, abrió el
Colegio Internacional en la capital de España. Fue una experiencia muy
interesante que duró ocho años, y que constituye el gran antecedente de la ILE.
En ese Colegio se impartían clases de rango universitario y otras con carácter
abierto, casi todas ellas con nuevos enfoques y temas. Las impartieron profesores
con diversas orientaciones filosóficas, siendo nuestro pensador uno de ellos.
Por eso, cuando Giner se vio cesado y perseguido, se
planteó el proyecto, con Salmerón y otros, de poner en marcha una universidad
libre, donde ni las autoridades ni la reacción les impidieran configurar una
enseñanza universitaria a su gusto. El artículo 24 de la Constitución española
de 1876, que permitía establecer centros de enseñanza, siempre que se cumplieran
las normas morales e higiénicas, les proporcionó el marco legal para satisfacer
su deseo. Comunicaron su proyecto a varios amigos y simpatizantes, de diversas
profesiones y de diferentes ideologías, tuvieron varias reuniones y se elaboró
el proyecto de estatutos a partir del borrador que Giner había redactado. Para
solventar la cuestión financiera, más importante que en otros casos, puesto que
se trataba de mantener la total independencia por encima de todo, se fundó una
sociedad de accionistas mediante suscripciones. Entre los suscriptores figuraban
profesores, políticos, banqueros, médicos, militares, científicos, escritores,
algún aristócrata y muchos propietarios: la burguesía liberal. De esa manera se
hizo posible que la ILE nunca recibiera ayuda económica ni del Estado ni de
ninguna otra institución o grupo a lo largo de toda su vida.
El 31 de mayo de 1876 quedaron aprobados los
Estatutos de la ILE. El artículo 15, el más importante, merece ser reproducido
aquí: “La Institución Libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu
e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político;
proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de la
ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición
respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del
profesor, único responsable de sus doctrinas” (Institución Libre de Enseñanza,
1876).
Ahí se condensan los principios que rigieron el que hacer
de la ILE hasta 1936/1939,tanto las actividades pedagógicas del Colegio que
fue, como las de su acción social educadora.
Se trataba de buscar la armonía, la convivencia, en
todas las esferas de la actividad del hombre y en toda la humanidad,
concediendo una importancia extraordinaria al cultivo y desarrollo de la ciencia
y marcando el territorio del hombre como un espacio de libertad, para asegurar
su dignidad.
Puesta en marcha la Institución en 1876, empezó a
funcionar como un auténtico centro de enseñanza superior, contando con un
profesorado integrado en su mayoría por los cesados en la “Segunda cuestión
universitaria”. Se continuó con la amplia labor de extensión cultural y científica
iniciada en torno a 1868 y apareció una publicación propia, dirigida y
elaborada por Giner, el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza ( BILE ),
que durante su primera etapa, 1877 - 1936, fue una de las revistas pedagógicas
europeas de mayor importancia. Pero a medida que Giner fue adentrándose en la
tarea de reformar a la sociedad española, o “de formar maestros” (Barnés, 1927),
concedía mayor importancia a la educación general (Gómez5 y Rodríguez de
Castro, 1992), a la impartida hasta los 16 ó 18 años. Y en 1878 dio un golpe de
timón e introdujo esos estudios generales, de la infancia a la adolescencia.
Tres años más tarde, cuando el gobierno readmitió a los profesores expulsados,
la mayoría de éstos se dispersó por el país para poder volver a sus destinos en
la enseñanza pública, con lo que la Institución quedó convertida, en tanto que
centro de enseñanza, en un colegio libre de formación general, en un colegio de
párvulos, primaria y secundaria sin solución de continuidad.
De las características pedagógicas de esa
Institución y de su carácter innovador, muy semejante al de las “Escuelas
nuevas”, pero con un cuarto de siglo de adelanto, hablaré al referirme a la
pedagogía de Giner, puesto que se trata, en último término, del banco de pruebas
de las ideas ginerianas al respecto. Me limitaré aquí a mencionar el testimonio
de uno de los discípulos de ella: “Si de la obra de la Institución queda algo,
si su labor educadora deja huella, habrá que buscarlo siempre en la tonalidad
moral de los espíritus. D. Francisco quería que sus muchachos fueran no sólo
sanos, fuertes, alegres, “en modo alguno melancólicos”, sino también cultos y
reflexivos, pero, sobre todo, sinceros, leales, veraces” (Do Rego, 1927).
Incidencia de
Giner
La reforma universitaria
propuesta por Giner y los institucionistas en general se aceleró en el primer
tercio del siglo XX, al lograr que el Estado pusiera en marcha un organismo
capaz de llevar adelante parte de la estrategia soñada por ellos, la de llevar
al extranjero a los mejores profesores e investigadores para su actualización,
así como la de empezar a contar con más recursos para la investigación científica
en España y para una formación completa del universitario. Se trataba de la
Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas que, además de
establecer una interesante política de pensiones de estudio, promovió el
establecimiento en el país de otras instituciones diversas que fueron
cumpliendo tareas complementarias en aquella gran empresa de la educación
nacional, como el Instituto-escuela, laboratorios, el Centro de Estudios
Históricos, la Residencia de Estudiantes, la Residencia de Señoritas, etc.
A su vez, las generaciones
formadas en esos organismos fueron ocupando diversos
puestos en la enseñanza y en la
investigación española a todos los niveles, y colaboraron en la difusión de los
ideales educativos por varios rincones de España, en sus clases, en revistas,
en 11 tareas de inspección, en planes de estudio, en la formación de maestros,
en misiones pedagógicas. A nivel político el programa reformista de Giner fue
escuchado con interés durante los primeros años de la II República española
(1931-1936).
El régimen de Franco condenó
duramente a personas, programas o métodos que
tuvieran que ver con la ILE, pero
aún así hubo un centro privado, el Colegio Estudio, que mantuvo encendida la
llama del ideal gineriano. A partir de 1975 se devolvió el colegio domicilio de
la Institución a la Fundación Giner de los Ríos, se reanudaron algunas
actividades, se ha vuelto a reeditar el BILE, y, lo que es más significativo,
muchos aspectos del programa educativo de Giner son valorados pedagógica y
socialmente. Otros, como es lógico, han perdido su vigencia con el paso del
tiempo.