Hace 135 años se fundaba la Institución Libre de Enseñanza

jueves, 11 de abril de 2013

PRINCIPIOS E IDEAS PEDAGÓGICAS

Comparan la pedagogía de Giner a la de una escuela socrática, en la que el profesor influye en sus alumnos no por su autoridad, sino por su conocimiento, su sabiduría. La relación entre los alumnos y el profesor era íntima, cercana, familiar, para así poder influir mejor en su conciencia. Era una escuela eminentemente práctica, en la que cada alumno tenía un cuaderno (y no un libro académico) con el que trabajaba. Los exámenes memorísticos no existían. Las excursiones eran frecuentes, a museos de todo tipo, a fábricas, al campo, etc. Estas excursiones llegaban a durar varios días incluso, y muchos antiguos alumnos las recordaban con gratitud. Una de las más recordadas era una que llevó a los alumnos andando desde Madrid a Lisboa.


Machado recuerda a Giner
Sirva de descripción de Giner este fragmento del panegírico que Antonio Machado le dedicó:
Era don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad; pero su espíritu fino, delicado, no podía adoptar la forma tosca y violenta de la franqueza catalana, derivaba necesariamente hacia la ironía, una ironía desconcertante y cáustica, con la cual no pretendía nunca herir o denigrar a su prójimo, sino mejorarle. Como todos los grandes andaluces, era don Francisco la viva antítesis del andaluz de pandereta, del andaluz mueble, jactancioso, hiperbolizante y amigo de lo que brilla y de lo que truena. Carecía de vanidades, pero no de orgullo; convencido de ser, desdeñaba el aparentar. Era sencillo, austero hasta la santidad, amigo de las proporciones justas y de las medidas cabales. Era un místico, pero no contemplativo ni extático, sino laborioso y activo. Tenía el alma fundadora de Teresa de Ávila y de Iñigo de Loyola; pero él se adueñaba de los espíritus por la libertad y por el amor. Toda la España viva, joven y fecunda acabó por agruparse en torno al imán invisible de aquél alma tan fuerte y tan pura.

La institución libre de enseñanza
En 1875 se restauran en España la monarquía y la dinastía borbónica, y el Ministerio de Fomento (encargado por entonces de los asuntos de la enseñanza, entre otros) se ocupa de controlar rígidamente la enseñanza oficial. A tal efecto ordenó el sometimiento de los programas de enseñanza a la aprobación de los rectores y prohibió cualquier enseñanza que fuera contra el dogma o contra el trono. Un grupo importante de profesores, la mayoría de los cuales era krausista, se indignaron contra tal ataque a la libertad de ciencia y de enseñanza y manifestaron su protesta. Entre ellos estaba Giner (para entonces reconocido líder del grupo krausista), que fue detenido, encarcelado y desterrado. Por no cumplir con aquellas órdenes y por matizar la obediencia que debían a las autoridades académicas, todos ellos fueron expulsados de sus cátedras. Así se consumaba la llamada “Segunda cuestión universitaria”. Este acontecimiento es relevante por ser un testimonio más de la intachable actitud moral de Giner, así como de las dificultades para el desarrollo de la ciencia y del pensamiento en España, pero su importancia verdadera radica en haber precipitado el nacimiento de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), centro de experimentación pedagógica de Giner y motor de su obra reformadora.
 Ante las trabas y ataques que iban encontrando desde 1857 para renovar la enseñanza de toda la nación, y singularmente la universidad, que ocupaba un lugar puntero dada la estrategia por la que se inclinó Sanz del Río desde el primer momento de formar las élites intelectuales y sociales que luego se ocuparían de reformar a los demás, los krausistas españoles pensaron varias veces abrir un centro de enseñanza superior en el que poder modernizar los estudios universitarios, en contenidos, métodos, organización, etc. La primera vez que se pudo materializar esa idea fue en 1866, cuando Nicolás Salmerón, que llegaría a ser catedrático de metafísica de la Universidad de Madrid, abrió el Colegio Internacional en la capital de España. Fue una experiencia muy interesante que duró ocho años, y que constituye el gran antecedente de la ILE. En ese Colegio se impartían clases de rango universitario y otras con carácter abierto, casi todas ellas con nuevos enfoques y temas. Las impartieron profesores con diversas orientaciones filosóficas, siendo nuestro pensador uno de ellos.
Por eso, cuando Giner se vio cesado y perseguido, se planteó el proyecto, con Salmerón y otros, de poner en marcha una universidad libre, donde ni las autoridades ni la reacción les impidieran configurar una enseñanza universitaria a su gusto. El artículo 24 de la Constitución española de 1876, que permitía establecer centros de enseñanza, siempre que se cumplieran las normas morales e higiénicas, les proporcionó el marco legal para satisfacer su deseo. Comunicaron su proyecto a varios amigos y simpatizantes, de diversas profesiones y de diferentes ideologías, tuvieron varias reuniones y se elaboró el proyecto de estatutos a partir del borrador que Giner había redactado. Para solventar la cuestión financiera, más importante que en otros casos, puesto que se trataba de mantener la total independencia por encima de todo, se fundó una sociedad de accionistas mediante suscripciones. Entre los suscriptores figuraban profesores, políticos, banqueros, médicos, militares, científicos, escritores, algún aristócrata y muchos propietarios: la burguesía liberal. De esa manera se hizo posible que la ILE nunca recibiera ayuda económica ni del Estado ni de ninguna otra institución o grupo a lo largo de toda su vida.
El 31 de mayo de 1876 quedaron aprobados los Estatutos de la ILE. El artículo 15, el más importante, merece ser reproducido aquí: “La Institución Libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del profesor, único responsable de sus doctrinas” (Institución Libre de Enseñanza, 1876).
Ahí se condensan los principios que rigieron el que hacer de la ILE hasta 1936/1939,tanto las actividades pedagógicas del Colegio que fue, como las de su acción social educadora.
Se trataba de buscar la armonía, la convivencia, en todas las esferas de la actividad del hombre y en toda la humanidad, concediendo una importancia extraordinaria al cultivo y desarrollo de la ciencia y marcando el territorio del hombre como un espacio de libertad, para asegurar su dignidad.
Puesta en marcha la Institución en 1876, empezó a funcionar como un auténtico centro de enseñanza superior, contando con un profesorado integrado en su mayoría por los cesados en la “Segunda cuestión universitaria”. Se continuó con la amplia labor de extensión cultural y científica iniciada en torno a 1868 y apareció una publicación propia, dirigida y elaborada por Giner, el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza ( BILE ), que durante su primera etapa, 1877 - 1936, fue una de las revistas pedagógicas europeas de mayor importancia. Pero a medida que Giner fue adentrándose en la tarea de reformar a la sociedad española, o “de formar maestros” (Barnés, 1927), concedía mayor importancia a la educación general (Gómez5 y Rodríguez de Castro, 1992), a la impartida hasta los 16 ó 18 años. Y en 1878 dio un golpe de timón e introdujo esos estudios generales, de la infancia a la adolescencia. Tres años más tarde, cuando el gobierno readmitió a los profesores expulsados, la mayoría de éstos se dispersó por el país para poder volver a sus destinos en la enseñanza pública, con lo que la Institución quedó convertida, en tanto que centro de enseñanza, en un colegio libre de formación general, en un colegio de párvulos, primaria y secundaria sin solución de continuidad.
De las características pedagógicas de esa Institución y de su carácter innovador, muy semejante al de las “Escuelas nuevas”, pero con un cuarto de siglo de adelanto, hablaré al referirme a la pedagogía de Giner, puesto que se trata, en último término, del banco de pruebas de las ideas ginerianas al respecto. Me limitaré aquí a mencionar el testimonio de uno de los discípulos de ella: “Si de la obra de la Institución queda algo, si su labor educadora deja huella, habrá que buscarlo siempre en la tonalidad moral de los espíritus. D. Francisco quería que sus muchachos fueran no sólo sanos, fuertes, alegres, “en modo alguno melancólicos”, sino también cultos y reflexivos, pero, sobre todo, sinceros, leales, veraces” (Do Rego, 1927).

Incidencia de Giner
La reforma universitaria propuesta por Giner y los institucionistas en general se aceleró en el primer tercio del siglo XX, al lograr que el Estado pusiera en marcha un organismo capaz de llevar adelante parte de la estrategia soñada por ellos, la de llevar al extranjero a los mejores profesores e investigadores para su actualización, así como la de empezar a contar con más recursos para la investigación científica en España y para una formación completa del universitario. Se trataba de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas que, además de establecer una interesante política de pensiones de estudio, promovió el establecimiento en el país de otras instituciones diversas que fueron cumpliendo tareas complementarias en aquella gran empresa de la educación nacional, como el Instituto-escuela, laboratorios, el Centro de Estudios Históricos, la Residencia de Estudiantes, la Residencia de Señoritas, etc.
A su vez, las generaciones formadas en esos organismos fueron ocupando diversos
puestos en la enseñanza y en la investigación española a todos los niveles, y colaboraron en la difusión de los ideales educativos por varios rincones de España, en sus clases, en revistas, en 11 tareas de inspección, en planes de estudio, en la formación de maestros, en misiones pedagógicas. A nivel político el programa reformista de Giner fue escuchado con interés durante los primeros años de la II República española (1931-1936).
El régimen de Franco condenó duramente a personas, programas o métodos que
tuvieran que ver con la ILE, pero aún así hubo un centro privado, el Colegio Estudio, que mantuvo encendida la llama del ideal gineriano. A partir de 1975 se devolvió el colegio domicilio de la Institución a la Fundación Giner de los Ríos, se reanudaron algunas actividades, se ha vuelto a reeditar el BILE, y, lo que es más significativo, muchos aspectos del programa educativo de Giner son valorados pedagógica y socialmente. Otros, como es lógico, han perdido su vigencia con el paso del tiempo.

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